Nuestras familias tienen defectos, Señor,
quizá se parecen poco a tu familia:
María, la madre oyente de Dios,
José, el trabajador incansable y obediente,
tú, Jesús, un buen chico, destinado a cosas grandes.
Pero es nuestra familia, Señor,
y queremos pedirte por ella,
y por nosotros,
para que haya más unión,
para que cada uno en su tarea,
nos amemos,
para que no se rompa esta gran maravilla
a causa de los egoísmos personales,
para que todos crezcamos humanamente,
para que los hermanos lo seamos de verdad
y no porque “nos ha tocado”.
Jesús,
que nuestra familia se parezca,
cada vez más, a la tuya:
oyente de Dios, trabajadora, unida,
obediente al amor que tú nos enseñas
desde la sencillez del pesebre y de la carpintería.
Que nuestra familia, como la tuya,
sea parte de la gran familia humana,
abierta a los demás.
Así sea.